Trabajando en Manizales Más, he tenido la oportunidad de acompañar a emprendedores y empresarios en su camino al crecimiento con apoyo, por supuesto, del talento humano del ecosistema. Sin embargo, siempre me he cuestionado algo: yo misma no he sido emprendedora, no he creado una empresa, no he tenido éxito alguno o fracaso al emprender un negocio, no he experimentado el estrés de no tener con qué pagar la nómina; elementos que hacen parte de la narrativa de los empresarios de nuestra región al dar testimonio en su aporte al desarrollo de una cultura emprendedora.
Y entonces me pregunto, ¿para cuándo la chispa emprendedora? No sé
O, por lo menos, todavía no lo sé… llegará el momento. ¿O será que sí tengo la chispa, pero no he dado el paso?
Hace un tiempo leí sobre el espíritu emprendedor en un blog, decía que es una actitud, una forma de pensar (mindset) que busca activamente el cambio, la innovación, el servicio, las oportunidades, es una actitud de no temer actuar, una forma de abordar las situaciones donde nos sintamos empoderados y motivados. Esto me dio vueltas en la cabeza.
Recordé algo que pasó en uno de los programas en los que trabajo, donde acompañamos a estudiantes universitarios con sus ideas de solución a desafíos empresariales o problemáticas de sostenibilidad, para que logren prototipar esas ideas y desarrollen un perfil emprendedor.
Un día, durante unos talleres muy enfocados a modelo de negocio, pitch, finanzas para emprendedores propuesta de valor, etc., una estudiante de ingeniería química me dijo algo así como lo siguiente:
“Yo pensé que en este programa solo se fijaban en la solución, no sabía que con mi solución se puede hacer empresa, siento que el programa me presiona a emprender, pero no me molesta”.
Me dijo también que la experiencia le parecía “bacana” y que estaba aprendiendo mucho. Sobre esta anécdota quiero resaltar lo de “me siento presionada, pero no me molesta”. Me di cuenta de que estábamos impulsando la chispa emprendedora de estos estudiantes, mostrándoles otra forma de hacer las cosas, de conectar con nuevas posibilidades, de redescubrirse más allá de su vocación como investigadores, científicos o ingenieros.
En otra ocasión, otro estudiante -que tampoco se visualizaba como emprendedor- manifestaba que lo que buscaba era “regalar su solución a las familias necesitadas”; hoy en día, tiene un equipo de trabajo, ha constituido su empresa y está en proceso de patentar su solución. Tal vez algún día pueda llegar a regalarla pero, por lo pronto, está emprendiendo.
Seguramente de esos estudiantes que se sintieron “presionados”, algunos tiraron la toalla con el tema del emprendimiento y otros aprovecharon ese descubrir para avanzar en sus proyectos de vida.
Con todo esto, he pensado sobre tantos estudiantes (o empleados) con un gran potencial, con tanto que ofrecer y que desconocen las oportunidades que tiene el emprendimiento, y no se trata de no saber acerca de los procesos formales de creación y mantenimiento de una empresa -es cierto, no lo saben- pero, tal vez, más importante aún: desconocen su propio espíritu emprendedor.
Sin embargo, me alegra decir que aquí estamos en el ecosistema de emprendimiento e innovación para seguir presionando e impulsando esa chispa.
Y aunque se ha realizado una importante labor, seguramente nos faltan muchas más acciones.
Pensaba, por ejemplo, cómo sería si en los planes de estudio hubiera una cátedra obligatoria en emprendimiento, así como cuando vemos en las carreras Fundamentos de Investigación que, aunque para muchos era “un ladrillo” de materia, nos daba herramientas para saber cómo abordar el trabajo de grado y desarrollar un pensamiento crítico; qué tal entonces, una materia de Fundamentos del Emprendimiento o, por qué no, Espíritu Emprendedor, que no solo se ofrezca en las carreras relacionadas con la administración, sino también en las ingenierías y en las humanidades*. ¿Qué tal?, es solo un pensamiento.
De igual forma, las universidades ya vienen trabajando, por ejemplo, en cómo transferir su conocimiento a las organizaciones y en cómo desarrollar empresa de cara a las necesidades del mercado (la Ley Spin-off [2017] es un gran avance a nivel nacional), promoviendo un espíritu emprendedor en sus investigadores y también otras iniciativas del ecosistema, como las de las unidades universitarias de emprendimiento, están pensando siempre en la manera de adaptarse a las exigencias y tendencias del mercado para ofrecer las mejores oportunidades a emprendedores o futuros emprendedores.
Sobre mi propio espíritu emprendedor diré que en cada versión de nuestros programas siento que se va cultivando una semilla en mí al respecto.
Siempre quedo con un gran sentimiento de admiración hacia nuestros empresarios.
No sé en qué momento de mi vida lanzaré mi emprendimiento, pero aquí voy con mi chispa: aprendiendo, desarrollando un pensamiento flexible, conectando con otros, orientándome hacia las oportunidades y con la firme intención de dejar un impacto positivo en nuestro ecosistema. En todo caso, como dicen en el blog aquel, ese mindset es algo que todos deberíamos tener sin importar si somos emprendedores o no.
*A propósito, si usted que está leyendo es estudiante en universidades de la alianza SUMA de Manizales y aún necesita completar sus créditos de electivas, le recomiendo preguntar en su programa por las materias de la Ruta del Emprendimiento, una iniciativa de Manizales Más que precisamente busca que los jóvenes de cualquier carrera se acerquen a temas relacionados con el emprendimiento.